jueves, 25 de noviembre de 2010

Mi hermano

Nunca le perdoné a mi hermano gemelo que me abandonara durante siete minutos en la barriga de mamá, y me dejara allí, solo, aterrorizado en la oscuridad, flotando como un astronauta en aquel líquido viscoso, y oyendo al otro lado cómo a él se lo comían a besos.
Fueron los siete minutos más largos de mi vida, y lo que a la postre determinarían que mi hermano fuera el primogénito y el favorito de mamá.
Desde entonces salía antes que Pablo de todos los sitios: de la habitación, de casa, del colegio, de misa, del cine... aunque ello me costara el final de la película. Algo que con el tiempo se convirtió en  ¡Demasiado sacrificio para seguir siendo el segundo de mamá! De modo que agotado y deprimido pasé dos semanas sin querer salir de casa, ¿Para qué? Esta vez no solo sería el primero en llegar, sino el único en no salir. (Sí, ya sé que eso fue una tontería, pero ¿Qué quieres? Estaba deprimido y no se me ocurrió nada mejor). Os preguntareis entonces, como termine mi pequeño secuestro… Pues bien, mi madre, que ya sabía de mi preocupación, creyó oportuno contarme la razón por la que todos prestaban tantos cuidados y mimos a mi hermano. Confesó que días antes del parto detectaron problemas en el feto de Pablo y temieron por su vida, debía nacer cuanto antes para recibir la atención médica necesaria. Aun hoy, me explicó, está en proceso de observación, y es por eso, que requiere más nuestra atención. Mi cuerpo se quedó congelado y no sabía cómo reaccionar,  menos mal que mi hermano me había abandonado siete minutos, de lo contrario, yo podría haberle abandonado toda la vida.

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